Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero
que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo,
mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y
juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta
ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos
cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha
cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el
que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le
muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: "Ahora volvemos a la
encrucijada anterior" o "Ahora desembocamos en otro patio" o
"Bien decía yo que te gustaría la canaleta" o "Ahora verás una
cisterna que se llenó de arena" o "Ya verás cómo el sótano se
bifurca". A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos". (19-27)
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