
"LA CASA DE ASTERIÓN"-Jorge Luis Borges
Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión. destacado de la literatura del siglo XX
martes, 12 de junio de 2012
lunes, 11 de junio de 2012
domingo, 10 de junio de 2012
(19-27) La Casa de Asterión
Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero
que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo,
mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y
juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta
ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos
cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha
cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el
que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le
muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: "Ahora volvemos a la
encrucijada anterior" o "Ahora desembocamos en otro patio" o
"Bien decía yo que te gustaría la canaleta" o "Ahora verás una
cisterna que se llenó de arena" o "Ya verás cómo el sótano se
bifurca". A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos". (19-27)
LA CASA DE ASTERIÓN Pag. 23
"La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a
los hombres. Estos conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que
ejecutan puede ser último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el
rostro de un sueño. Todo, entre los mortales, tiene el valor delo irrecuperable
y de lo azaroso. Entre los Inmortales, en cambio, cada acto, (y cada
pensamiento) es el eco de otros que en el pasado lo antecedieron, sin principio
visible, o fiel presagio de otros que en el futuro lo repetirán hasta el vértigo.
No hay cosa que no esté como perdida entre infatigables espejos. Nada puede
ocurrir una sola vez, nada es preciosamente precario. Lo elegíaco, lo grave, lo
ceremonial, no rigen para los Inmortales"
martes, 5 de junio de 2012
jueves, 31 de mayo de 2012
Un poco de la Historia..
Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura.
Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es
verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo
número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los
animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el
bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo
hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que
declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no
hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión,
soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que ho hay
una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la
noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe,
caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol,
pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron
que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se
encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras.
Alguno, cro, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madra; no puedo
confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda
trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por
el arte de la escritura. Loas enojosas y triviales minucias no tienen cabida en
mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia
entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo
aprndiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.
Claro que no me faltan distacciones. Semejante al carnero que va a
embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suel, mareado. Me
agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me
buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A
cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la
respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color
del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el
de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con
grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o
Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la
canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya
verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente
los dos.
No sólo he imaginado eso juegos, también he meditado sobre la casa. Todas
las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay
un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los
pesebres, abrevaderos, patios, aljibes, la casa es del tamaño del mundo; mejor
dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y
polvorientas galerías de piedra gris, he alcanzado la calle y he visto el templo
de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me
reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo
está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen
estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he
creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
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